jueves, 17 de noviembre de 2011

La rigidez Muscular: El origen de nuestro mal.


No han sido pocas las ocasiones en que nos hemos quejado de un agudo dolor muscular, articular o bien de algún esguince o apertura de carne. Tampoco las veces en que rezongamos por tener la rodillas chuecas, los hombros muy arriba o alguna que otra “deformidad” física.
La medicina común nos ha enseñado a tomar fármacos para inhibir el dolor, desinflamar o aliviar alguna molestia. En este caso se tratan los síntomas de alguna anomalía, pero no se va a la causa originaria que activa tal reacción del cuerpo.
En cuanto a los físicos desproporcionados, torcidos, deformes, etc. hemos de aceptarlos como normales, puesto que son “clasificables” entre los tipos morfológicos reconocidos. Pero ¿qué tan normales pueden realmente ser estas clasificaciones?
Si nos concentramos en observar de forma consciente, el estado de nuestro cuerpo podremos percibir sutilezas que en la cotidianeidad pueden pasar desapercibidas. ¿Qué tan relajado está el rostro, el cuello, las manos, los hombros, muslos y pies? ¿Tengo el ceño fruncido, los labios apretados?¿Acaso estoy enojado leyendo este pequeño escrito? ¿Cómo está esa respiración? Nos enseñan a ser solidarios a compartir lo nuestro, pero qué tan mezquino somos con nosotros mismos que no entregamos el oxígeno suficiente a nuestro cuerpo respirando de forma tan corta. ¿Se han preguntado la enorme cantidad de energía desperdiciada con cada tensión muscular innecesaria? No es de sorprenderse entonces el agotamiento que a veces sentimos al final del día o lo mucho que nos cuesta salir de la cama en algunas veces por la mañana. El cuerpo está cansado, te habla, te suplica descanso, pero no lo oyemos y te resonga a través del dolor o la enfermedad.
Constantemente necesitamos energía para sostener nuestro cuerpo y vencer la ley de gravedad. Los músculos de la espalda resisten aquella fuerza que nos tira hacia abajo. Pero a veces la espalda está débil y se fatiga en demasía sosteniendo la columa vertebral y los órganos internos. Corregir en forma consciente la acción de esos músculos para ayudarnos a cumplir su tarea principal debería ser, por lo tanto, una de las funciones más importantes de nuestro trabajo físico.
La fuerza de gravedad tiende a atraernos hacia delante. Para evitar caer, cabeza, vientre y espalda acentúa las curvaturas vertebrales. Con la cabeza hacia adelante, los músculos insertos en las vértebras cervicales se repliegan y mantienen las vértebras en un arco cóncavo. Como el cerrar un acordeón de un lado hace que el otro abra ampliamente sus pliegues en arco de círculo. Lo mismo ocurre con los músculos de la parte inferior de la espalda en relación con las vértebras lumbares. Y esta curvatura y replegamiento de la musculatura posterior – el precio de nuestro equilibrio - se agrava lógicamente con el pasar de los años, generando consecuencias nefastas para nuestra espalda, que se traducen en un exceso de tensión y una gran rigidez muscular que naturalmente afecta a las extremidades y a su libertad de movimiento.

Es importante destacar que el gran problema no reside en la insuficiencia de la musculatura posterior, sino en su exceso de fuerza. No se trata de “fortificar” los músculos de la espalda, ya excesivamente contraídos y rígidos, ni de ayudarles a sostener mejor las vértebras. Al contrario. Hay que estirar los músculos posteriores para que dejen de tirar de las vértebras, mantenidas en arco cóncavo.
Françoise Mézières, fisioterapeuta francesa, creadora del concepto de cadenas musculares y del Método Mézières, explicó que el acortamiento de los músculos posteriores no se debía solamente al esfuerzo por mantenerse en equilibrio, sino a todos los movimientos de media y gran amplitud ejecutados por los brazos y las piernas, que naturalmente inciden en la columna vertebral. Cada vez que levantamos los brazos por encima de los hombros, cada vez que apartamos las piernas más de cuarenta y cinco grados, los músculos de la espalda se acortan todavía más. El acortamiento, la contracción de los músculos posteriores, se acompaña siempre de la rotación interna de los miembros y asimismo del bloqueo del diafragma.

Por lo tanto, es contra ese acortamiento con lo que hay que luchar. Sabiendo eso, la solución radica en alargar, soltar la musculatura rigidizada de la espalda, a través de elongaciones, masajes y ejercicios de fortalecimiento muscular adecuados que no generen molestia ni agraven la tensión de los hombros y el cuello.
Abrir la zona del pecho, separar clavículas, encajar los homóplatos en la espalda alta, estirar los costados del cuerpo, bajar el sacro, etc., son pequeños detalles que ayudan bastante en el proceso de elongación de la columna y en el fortalecimiento integral y equilibrado de la espalda.
Los descubrimientos de Mézières, revelan que al eliminar la incurvación de un segmento de la columna vertebral, se la desplaza a otro segmento. Por ejemplo, corrigiendo la curvatura de las vértebras lumbares se hunde la nuca, y viceversa. Alargando un músculo posterior cualquiera se provoca el acortamiento de los músculos posteriores en su conjunto, que se comportan como si formaran un solo músculo extendido desde la cabeza hasta la planta de los pies. De ahí la ridiculez de un trabajo segmentario que se ocupa del cuerpo como por piezas separadas. Es absolutamente necesario considerar y tratar el cuerpo como una unidad, tomando en cuenta, no una multitud de síntomas, sino la única causa de sus deformaciones: el acortamiento de toda la musculatura posterior, efecto inevitable de los movimientos cotidianos del cuerpo.
(Ante esto cabe preguntarse cómo ha de afectar a la salud de la espalda, la ejecución repetitiva de los movimientos que hace un instrumentista promedio)
Mézières, a lo largo de sus 25 años de experiencia como fisioterapeuta no vio jamás una deformación que no se debiese a ese exceso de contracción de la musculatura posterior. No le quedaba más que forjar un método de trabajo, no solamente basado en la observación de los hechos, sino confirmado por un conocimiento más profundo de la anatomía, del mecanismo articular, de la neurología, un método irrefutable, de un rigor perfecto, que parece extremadamente sencillo, pero que contiene variados matices y que se adapta a las necesidades particulares de cada persona, cuyo cuerpo ha de considerarse como un todo integral.
Es lamentable que la mayoría de las personas tengan una impresión parcial del cuerpo, que lo conciban en forma separada en partes, producto de la educación que nos han dado los especialistas. Los profesionales de la gimnasia, los médicos, los cirujanos consideran el cuerpo humano por segmentos, hecho que naturalmente ha de incidir en la forma en que concebimos y vivimos nuestro cuerpo.
Y ese acortamiento, que se agudiza con los años nos afecta psíquicamente. Sentirse comprimido, físicamente reducido, se contrapone a la sensación de plenitud. Sentirse aplastado por la propia musculatura. La liberación de la espalda, implica una liberación consciente, una superación de los automatismos físicos sedimentados por la cotidianeidad. Liberar la musculatura para alcanzar las dimensiones naturales llevan a un despertar de la conciencia y de lo que nosotros mismos somos.
Pero ¿qué ocurre en el caso de las deformaciones de los huesos y de las articulaciones? Mézières, sostiene que, a excepción de las fracturas y de ciertas deformaciones congénitas, son los músculos los responsables de las deformaciones en los huesos y en las articulaciones. Acortados, los músculos tiran de los huesos sobre los que se insertan y hacen que, a la larga, las superficies articulares dejen de corresponderse con la exactitud necesaria. El cartílago que rodea los extremos de los huesos se desgasta (o bien los tendones e enredan) En la medida en que son los músculos los responsables del movimiento de los segmentos, si el enfermo siente dolor al ejecutar ese movimiento, sus articulaciones, a pesar de las apariencias, no se hallan “soldadas” y pueden tratarse relajando la contracción de los músculos periféricos.

“El cuerpo no se compone sólo de músculos, pero sólo los músculos determinan la forma del cuerpo” (Mézières). En el cementerio, todos los esqueletos se parecen.

martes, 8 de noviembre de 2011

Música y corporalidad ...


La interpretación musical involucra la totalidad del intérprete: tanto en lo físico, su cuerpo, como en su dimensión mental o espiritual, sus emociones.
La dicotomía cuerpo-mente existente en la cultura occidental con su posterior negación de la corporalidad, ha generado una postergación y una inconsciencia con respecto a nuestro cuerpo.

El tema de las enfermedades de los músicos profesionales cala tan profundo en sus carreras que muchos han tenido que dejarlas debido a que su cuerpo, atrofiado por un uso poco natural (posturas incómodas y movimientos de ejecución repetitiva que generan fatiga muscular) y por el intenso trabajo físico que la disciplina requiere, no resiste y colapsa manifestándose en dolorosas enfermedades que afectan al intérprete en su totalidad, tanto física como psicológicamente.

Técnicas como la Alexander, la Eutonía, el método Feldenkrais, el Rolfing, entre otros, son utilizados por algunos músicos y otros artistas para mejorar o prevenir disfunciones relativas a un mal uso de sus cuerpos. No obstante, la incorporación de aquellos métodos y técnicas en la práctica suele realizarse demasiado tarde, una vez que ya han sido afectados por el problema. La muy temida “tendinitis” es motivo de constantes consultas médicas y kinesiológicas entre los músicos profesionales, algo que pudiese haberse evitado perfectamente si en las respectivas cátedras del instrumento se incluyera un programa de educación corporal, de modo de transmitirles a los alumnos la importancia de un correcto uso de su físico y por tanto de sí mismos.

Este escrito tiene por motivo valorar la importancia de recuperar el cuerpo como instrumento, tomar conciencia de sí mismo como un ser encarnado en cuerpo y por tanto aprender a escucharlo y cuidarlo con la importancia que se merece.

Sobre la tendinitis


Consiste en la irritación e inflamación del tendón, estructura que une el músculo con el hueso. Aunque puede afectar a cualquier tendón, las lesiones más frecuente son en la muñeca, antebrazo y en los dedos de las manos -sobretodo en el caso de los músicos que suelen realizar movimientos excesivos y repetitivos para ejecutar su instrumento, que sobrecargan en demasía la articulación involucrada.

Científicamente, la tendinitis se produce por una previa desalineación estructural entre músculo y nervio, articulación y estructura ósea. Las fibras musculares, ya se encuentran enredadas, lo que sumado al movimiento excesivo y poco natural de la ejecución de un instrumento musical, genera lesiones graves por fatiga muscular produciendo la inflamación de los tendones y su dolor característico.

Una solución al dolor puede conseguirse inmovilizando por un tiempo prolongado con férulas o yeso la articulación afectada, administrando antiinflamatorios o inyecciones de esteroides. Es decir, “parar” el movimiento - lo que para un músico significaría “dejar de estudiar”, algo bastante complicado y casi impensable para los jóvenes intérpretes estudiantes de un conservatorio de música promedio, que no pueden dejar de practicar sus 5 horas diarias como mínimo, dada la excesiva competitividad del medio del músico profesional.

Una vez que haya desaparecido la inflamación, se puede iniciar la rehabilitación y la fisioterapia para fortalecer el músculo y mejorar el funcionamiento del tendón, con el fin de evitar la reincidencia o, en casos más extremos, incluso la rotura irreversible del tendón. El “parar” sería una buena solución, Sin embargo, la solución definitiva sería volver a la organicidad y alineación correcta del sector comprometido, que se consigue únicamente si se vuelve a la alineación postural correcta de todo el cuerpo.

Sin embargo, la solución definitiva sería volver a la organicidad y alineación correcta no sólo del sector comprometido, sino del cuerpo por completo, en su conjunto. Lograr la alineación postural correcta se vuelve fundamental, puesto que la desalineación de un sector específico, por lo general se da cuando hay un desajuste en el eje central del cuerpo, esto es en la columna vertebral que comprende a la cervical, la dorsal y la lumbar.

La desalineación corporal puede generar desajustes en las articulaciones y superposición de los tendones, lo que sumado a un exceso de trabajo y fatiga muscular da como resultado la inflamación y el dolor del sector, es decir, una tendinitis.